18 junio 2006

Leer a gusto

Para que no digas que te pongo el caramelo en la lengua, y luego te lo quito, aquí comienzan mis propuestas de lectura veraniega. Pero antes, vaya una advertencia: no te fíes de consejos populares ‘Corte Inglés’ de best-sellers sobre los libros más leídos. ¿Por qué? Pues porque son falsos. Se paga la góndola, se paga la publicidad. Es pura imagen. Lo bueno, no hace falta anunciarlo. ‘No se hizo la miel, para la boca del burro’. Lector es sabio y pensador, no desocupado e inútil curioso. Lo más leído por todos, es como lo más socorrido para nadar: manguitos, chanclas, flotador, balón de playa, crema solar y aletas. Eso no sirve a un nadador deportista: es sólo para un gordo bañista, bastante distinto. Que haya más vagos refrescándose en el agua, que nadadores, no transforma lo que realmente es la natación.

Si quieres leer, debes superar la trama vacía de novela insulsa. Mucha acción, una gran trama y vivo enredo, un guión electrizante y cautivador, pero totalmente vacío de estilo y huero de contenido. Ni informa, ni educa o desarrolla. Es algo relajante, como el almohadón. Sirve simplemente para descansar, pero no enriquece. Jamás podemos suponer que esa lectura alimente, ya que sólo mata el hambre y ocupa el tiempo, pero nada más: no da salud, ni fuerza, ni energía. ¿Que más vale eso que nada? Hombre, no estamos ahora tan subdesarrollados como para vivir solo de pan. La alimentación y la cocina han prosperado bastante.

Las pseudo-historias de gran tirada -pero efímera, por mucho autor americano que tengan-, son como las tristemente famosas Novelas de Caballerías. Fueron el veneno de la cultura hispana, lo que más daño causó al Imperio en su nobleza. Fue esto lo que combatió y ridiculizó Cervantes con El Quijote. La España del siglo de oro vivía en plena anorexia intelectual. No albergaba más pensamiento que los arcaicos ideales señoriales feudales, añejos e inútiles, falsos y caducos, que embobaban las aspiraciones de los atontados lectores, haciéndoles vivir de unas épocas trasnochadas e irreales, esperando hallar tesoros y princesas raptadas por un brujo, falsos duendes y hadas, dragones y hechiceros, combates y curaciones portentosas con ungüentos. Ideales ilusorios, mentiras por todos creídas, pretexto para la vagancia, pérdida de tiempo a espuertas, desatención de lo importante, deformación de las ideas, ensoñamiento de falsas glorias, carne de cultivo para la mayor vaciedad mental.

Dedicar el tiempo a esa lectura, es como pretender que escuchar el “chún-da-chún” de cierta música pueda despertar y enriquecer la sensibilidad artística del oyente. O que transitar las aceras pateando en chándal con la riñonera vaya milagrosamente a reducir los michelines. Es equivalente a las gominolas o los chuches: no alimentan, sólo ensordecen y a lo más entretienen. Tu cabeza se merece algo más de productos ciertos, tanto en belleza literaria, como en contenidos sólidos. Muerde jamón serrano del bueno, no palomitas. No estragues tu paladar con saborantes artificiales, cuando puedes gozar y recrearte con auténticos tesoros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No todos los best-sellers son huecos. Ahí está Ken Follet y sus Pilares de la Tierra, después del Quijote, la mejor novela que jamás se ha escrito...y no se queda ahí, también tiene una serie de novelas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, que son sencillamente deliciosas.
Ahora, si se está refiriendo a El Código Da Vinci...

Anónimo dijo...

Mira, no me reduzcas El Quijote a una parodia de las novelas de caballerías. Si el Quijote ha pasado a la historia -a pesar de que, como tú dices, ridiculiza las novelas de caballerías, que no sobrevivieron a la época- es porque los personajes saltan de las páginas de esta obra magistral y se convierten en modelos absolutamente humanos. Un Don Quijote que quiere vivir una fantasía para evadirse de las ataduras de su hidalguía, que sólo le permitían aburrirse hasta el hartazgo y dejar que sus huesos asomaran en sus más que enjutas carnes. Y un Sancho que, lejos de ser el tonto glotón que muchos pintan, se revela como un ser juicioso y leal a su amo.
Otra cosita, la lectura no sólo depende del entrenamiento de cada uno, sino de la época del año, del estado de ánimo e incluso, si me apuras, de la conjunción de los planetas. La literatura alimenta en tanto que arte y no todas las formas artísticas están destinadas a engrosar el intelecto de las personas. Arte es belleza y la belleza está destinada a producir placer. Y yo reivindico el placer de leer tramas trepidantes y personajes planos que me permitan olvidar por un momento que el despertador suena a las 7 de la mañana, que el técnico de la caldera no da señales de vida, que he estado las últimas 12 horas de mi vida trabajando sin parar o que el dinero escasamente me llega para pagar un alquiler. Soy lector "profesional", como he demostrado. Lo único que le exijo a la historia que leo es que sea entretenida.