17 septiembre 2006

Crisis en la prensa impresa


Saltan las alarmas en la prensa francesa. Ramón Salaverría advierte en su Blog (“'Le Monde' hace examen de conciencia o algo así”, 31/08/06) la caída experimentada en ese país por la difusión de la prensa diaria: un 17,8% de descenso, sólo en la última década. El año pasado 2005, esa caída ha alcanzado el 1,93%. Si en 1946 se vendían 360 periódicos por cada 1.000 franceses, hoy apenas se venden 140.

Cierres de cabeceras por disminución de lectores (Le Matin de Paris, Le Quotidien de Paris, Infomation…), graves crisis económicas de las cabeceras más históricas (Libération, Le Figaro y el propio Le Monde), drástica reducción de los ingresos publicitarios de la prensa diaria (de 569 millones de euros en 1990, a 373 en 2005: un 45% menos), obligan a pensar en las causas que lo provocan.

Le Monde publica un estudio tratando de encontrar los motivos del declive de la prensa diaria en Francia. Ofrece estas seis razones:

1) Desaparición de gran parte de los puntos de venta de periódicos en el país: de 33.540 quioscos en 1995, a 29.274 en 2005.

2) La frágil estructura financiera de las empresas editoras, que dificulta la adopción de medidas estratégicas de gran calado económico.

3) La subida de los precios de impresión: los mayores de Europa en Francia.

4) Ausencia de subvenciones para promover la lectura de diarios, sino sólo para la modernización de maquinaria y sufragar despidos, pero "no para bajar el precio de venta".

5) La creciente competencia de los medios digitales. Frente a 30 minutos diarios de lectura de prensa, la televisión casi alcanza las tres horas y media, mientras que la mitad de los mayores de 11 años son internautas.

6) Su precio de venta al cliente, doblando su crecimiento el del índice de precios al consumo, especialmente peligroso ante la competencia de la prensa gratuita.

La argumentación de Le Monde echa balones fuera. Falta la autocrítica. Sobra buscar culpables fuera de las redacciones: la televisión, Internet, la falta de cultura lectora, la caída del sistema educativo, la ausencia de subvenciones...


¿No faltará en la prensa tradicional más cercanía y feeling hacia los auténticos intereses de los lectores? La prensa gratuita -en cambio- ya ha acertado con su segmento de mercado, ajustando su oferta al perfil del consumidor. Sobra tal vez en las cabeceras tradicionales el clientelismo político y económico, faltando bastante de objetividad y de profesionalidad, careciendo muchas veces de verdadera profundidad informativa y eludiendo trabajo de documentación. En definitiva: el lector reclama auténtica comunicación con lo que el público hoy busca, un servicio satisfactorio y adecuado, por superación y con elevación.

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