23 enero 2007

Formación proactiva de trabajadores intelectuales

Enseñar es comunicar. Participar activamente, no imponer autoritariamente. Aplicar lo aprendido a la situación presente, no abandonarlo en las etéreas nubes de una abstracción intemporal. Implicar al estudiante dentro del proceso educativo, no limitarle a soportar estoicamente las explicaciones. Ayudarle a manejar datos y modelos, no restringirle a acumular ideas teóricas. Llevar a cabo sesiones ágiles y operativas, no dictados aburridos y pasivos.

Educar no es instruir, sino formar. Debe lograrse un diálogo enriquecedor, un proceso compartido entre docente y discente, algo que una y enriquezca la docencia personalizada entre el profesor y el alumno. No se trata hoy de “dictar” clases. Para eso ya existe la fotocopiadora, instrumento mucho más fiel en reproducir al pie de la letra los dictados de quien enseña.

Se trata más bien de aprender a manejar los contenidos, a poder relacionarlos con lo ya conocido, a saber dónde consultarlos, a participar en todo el proceso de su creación y desarrollo, de su aplicación y discusión crítica, en vez de limitarse a una estoica e irreflexiva asunción. Debemos crear trabajadores intelectuales, preparados para la nueva sociedad de la comunicación.

En 1969, Peter F. Drucker (1909-2005), durante veinte años Profesor de Management en la Universidad de Nueva York (1950-1971) , en su libro más conocido “La era de la discontinuidad”, escribió una sección sobre “la Sociedad del Conocimiento”. Acuñó la expresión “knowledge worker” para referirse a esos nuevos trabajadores, que manejan la información continuamente y toman las mejores decisiones. El mejor intelectual hoy no es el que más datos memoriza, sino el que mejor los dispone y utiliza.

En 1974, Drucker escribió otro libro “La sociedad post-capitalista”, en el que destacaba la necesidad de generar una teoría económica que colocara al conocimiento en el centro de la producción de riqueza. Al mismo tiempo, señalaba que lo más importante no era la cantidad de conocimiento, sino su productividad: sistematización y organización, jerarquía e interrelación. Eso sí que caracteriza al verdadero intelectual del siglo veintiuno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ole ole y ole, le voy a imprimir todo esto a unos cuantos profesores. Un saludo Peter. Javier Hernández.