13 mayo 2007

Los alumnos felices rinden más

Los trabajadores contentos obtienen mejores resultados. Sucede igual con los estudiantes en las aulas: los universitarios satisfechos con sus clases, rinden más en sus exámenes. La situación anímica relajada y distendida de los empleados, su estado motivado y despreocupado -afirma Ana Colmenarejo en Expansión-, suele reflejarse en el rendimiento laboral. Por eso los programas de apoyo al personal son ya una realidad en algunas empresas.

Eso mismo es observable en los universitarios. Se cumplen fielmente estos asertos:

- Clase alegre, clase participativa.
- Enseñanza divertida, atención conseguida.
- Gente feliz, tiempo que cunde.
- Estudiantes satisfechos, listón que suben.
- Docencia distendida, aprendizaje entretenido.
- Universitarios implicados, mejora segura del nivel.
- Con alumnos contentos, aprendizaje facilitado.

No es necesario comenzar amenazando con dureza a los matriculados, ni amedrentar con suspensos a los estudiantes. Se logra más con una gota de miel, que con un barril de hiel. Gánatelos, y te rendirán más. Hay dos modos de guiar a las reses: tirándole piedras al ganado, sin tú moverte, o avanzando tú también, al tiempo con la vacada.

Quien busca imponerse despóticamente, con abusos y amenazas, demuestra que no tiene otra autoridad moral ni intelectual, más que la de su despotismo de poder arbitrario, ejerciéndolo sobre las calificaciones de las actas. Eso es muy triste, y más hoy en la democracia en que vivimos. Tanto profesores como alumnos, todos somos ciudadanos del mismo Estado de Derecho. El respeto a la libertad y a las personas, es el punto cero de toda relación, también académica y más aún universitaria.

De acuerdo, pero ¿cómo logralo? Metiéndote en su camisa. Viviendo con ellos en su situación. Haciéndote a su mentalidad. Poniéndote en su lugar. - Enseñar es comunicar, y para eso es básico hablar su idioma y buscar sus intereses. ¿Qué pensaríamos de un misionero que intentara educar en polaco a los negritos de Zimbawe?

Hay que comenzar por lo fundamental:

1.- Dejándoles bien claro para qué están allí esos años, qué buscan ganar invirtiendo ese tesoro de su tiempo. ¿Qué formación mental y práctica se obtiene? ¿A qué salidas debe orientarse?

2.- Indicando con detalle qué se les pide logar y qué van a recibir consiguiéndolo. ¿Sólo les dan un título? ¿Cuánto importa el expediente? ¿Cuáles son los contenidos mínimos?

3.- Fijando desde la primera clase cuáles son los objetivos perseguidos y sus aplicaciones prácticas, qué usos hay y dónde emplearlos, qué criterios de evaluación reales se aplican, con qué requisitos y exigencias se va a calificar…

4.- Relacionando y uniendo los conocimientos teóricos de las clases, con el ejercicio práctico de su próxima profesión. Mostrando qué sentido guarda y qué relación existe entre lo aprendido y su nuevo trabajo: si es básico e inexcusable, utilizable constantemente, o si es un barniz cultural que basta con que suene a conocido, sin que nadie te lo vaya a exigir en el día a día.

5.- Actualizando y rediseñando con los avances sucesivos toda su materia, sin citar fuentes trasnochadas ni referirse a lugares anticuados.

6.- Haciendo amable, apetecible, aprovechable, aplicable y rentable lo que se aprende.

7.- Atendiéndoles a ellos con la misma solicitud, corrección, interés y cuidado, con que quisieras que tu jefe a ti mismo te escuchara, y te ayudara también a ti a resolver tus problemas.

Estoy seguro -harto ya, casi diría- de comprobarlo: los estudiantes contentos, rinden felizmente en sus estudios.

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