23 octubre 2007

Kyle Maynard

Tuve la inmensa suerte de conocer y tratar con este gran joven, estudiante americano de 21 años: de la misma edad que cualquiera de los alumnos en mis clases de la universidad. Al día siguiente del congreso pude quedar con él y acompañarle a visitar el museo del Prado. Vino junto con su amigo Joe, también estudiante americano y compañero suyo. Joe no estudia periodismo, sino ADE, en otra universidad próxima a la suya.

He de reconocer que Kyle me dejó asombrado a cada instante, demostrando total frescura y naturalidad al desenvolverse -absolutamente libre de complejos- haciéndolo por sí mismo todo: desde manejar el micrófono guía del museo él solito, ingeniándose para teclear por su cuenta no sé cómo los números del aparato, hasta para saltar ágilmente a otro piso dando un brinco al suelo desde su silla de ruedas.

Facilitaba así un montón subir y bajar las escaleras moviéndonos por el museo. Yo le subía su silla, mientras él saltaba hacia arriba a toda velocidad por sus propios medios. Resolvía en segundos por sí solo tareas imposibles de hacer sin manos, como desenvolver limpiamente con la boca en segundos la envoltura de un chicle, sin poder contar con ningún auxilio externo. Todo ello sin perder ni un segundo el ánimo ni la sonrisa, importándole un bledo quién mirara o quien se sorprendiera al verle.

En su intervención en el congreso del jueves sostuvo que, a pesar de la amputación de sus extremidades, provocada por una enfermedad congénita, eso no le ha impedido en absoluto convertirse en el campeón del torneo de lucha libre de Georgia USA, jugar al fútbol americano, ser un excelente estudiante o mecanografiar cincuenta palabras por minuto.

Para él, según sostiene en su libro “Sin excusas”, la adversidad y la superación son importantes para volverse más fuertes, aunque antes de cumplir los sueños es básico sentirse cómodo con uno mismo. Reconoció que contó para ello con la ayuda de sus padres, que no le trataron como a un discapacitado y le explicaron que el mundo no se iba a adaptar a sus necesidades, sino que era él quien debía ser fuerte para superar los retos.

Se mostró contrario al aborto, ya que «cualquiera tiene derecho a la vida, aunque tenga malformaciones congénitas» y adujo que no cambiaría nada de su vida. Entre sus nuevos sueños, Maynard destacó que deseaba formar su propia familia, abrir una cadena de gimnasios y tener un programa de televisión que se emitirá en breve.

«Todas las excusas que te pones para no hacer cosas, no son más que límites que te impiden superar tus retos. Algunos soldados americanos de Irak me vieron en un programa y les sirvió de apoyo, por lo que creo que puedo ayudar a muchos más jóvenes con mi experiencia», concluyó. Pues a mí sí que me has ayudado, Kyle.

Sinceramente, conocerte me ha librado de depresiones y de complejos para toda mi existencia, o más, vengan como vengan. Tu secreto está en saber volcar ánimo y alegría ante todo: luchar por vencerse y exigirse siempre, no dejándose ganar ni rebajar por nada. Espíritu deportivo, audaz y juvenil, competitivo y valeroso, seguro de mis valores, suceda lo que suceda.

Creo que conocer a personas así, tan enteras y tan sólidas, de una pieza, capaces de enfrentarse a las dificultades y de resolver los problemas como Kyle Maynard, es la mejor curación para perderle el miedo a todo en la vida. Desde aquí te mando mi más fuerte abrazo de amigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es increíble el afán de superación de esta persona y los obstáculos que ha llegado a superar a pesar de su discapacidad. Historias como esta hacen que recapacites cuando piensas que tienes algún problema que te parece que no tiene solución. La verdad es que sus ganas de vivir y de crecer personalmente son envidiables.