24 octubre 2007

“La voluntad es el músculo que todos debemos ejercitar para ser mejores personas”

«La voluntad es el músculo del ser humano, y vale la pena el sacrificio por nuestra propia dignidad». Así se expresaba Bosco Gutiérrez, un arquitecto mexicano casado y padre de siete hijos, que estuvo secuestrado durante nueve meses en un zulo de tres metros por uno, sin ventanas y sin poder oír hablar nunca a nadie. Desde entonces -hace ya 17 años- araña cada segundo de su tiempo para vivirlo intensamente.

En su participación en el primer Congreso de Jóvenes con Valores, declaró que virtudes como la justicia, la paciencia y el respeto, son básicos en una sociedad cuyos valores están un poco 'sofocados' por las cuestiones materiales de la cultura del siglo XXI.

Él aseguró que «la voluntad es el músculo que todos debemos ejercitar para ser mejores personas». Explicó cómo durante el tiempo que duró su secuestro «tuvo el tiempo suficiente para reflexionar y renovar su visión de la vida para vivir con intensidad». Dijo que no rechaza esta experiencia que a cualquier otro le hubiera derrumbado, porque se convirtió en una segunda oportunidad para reorientar su vida y para emprender un mayor crecimiento personal.

Era por entonces un hombre de 33 años, presa fácil para sus secuestradores, que aún viven hoy a sus anchas sin el merecido castigo. Sucedió un miércoles al salir de la iglesia. De repente, un grupo de hombres le vendaron los ojos y le arrastraron hasta su propio coche. En los siguientes nueve meses no volvió a oír la voz de un ser humano, ni siquiera las de sus guardianes. Desnudo muchas veces, doce horas de penumbra cada día y otras doce acompañado por la luz de un foco, sus fuerzas flaquearon. «Luchaba por mantener la cordura y no volverme loco», confiesa Bosco, que se sintió llegar al borde de la muerte.

Sin embargo, a pesar de todo, le brotaron fuerzas de la flaqueza. Todo cambió cuando decidió ofrecerla a Dios como sacrificio voluntario heroico, no tomar un baso de whisky que le proporcionaron sus secuestradores, como único regalo de navidad. Para Bosco, la fe en Dios y sentir el calor de los suyos le obligó a reaccionar. Pasó de víctima a gladiador. Se aferró a los recuerdos de su familia, controló su imaginación, que «puede convertirse en un aliado», y se marcó una rutina: una actividad para cada minuto del día. Esto fue una tabla de salvación.

«Medía el tiempo con cintas de casete. Una para limpiar el cuarto, otra para la oración, una más para leer la Biblia. Durante tres horas (tres cintas) realizaba ejercicios y corría». Así, un mes tras otro. Hasta que llegó una oportunidad. Con un alambre, que obtuvo del colchón donde dormía, ingenió un artilugio para abrir la ventana por donde sus captores le servían la comida. Lo consiguió abrir con su herramienta y se deslizó entre sus guardianes mientras unos dormían y otros se ocupaban de quehaceres domésticos. «Una bendita irresponsabilidad», confiesa. Al salir, reconoció Puebla, localidad a dos horas de los suyos, en Ciudad de México.

Desde entonces, lleva un mensaje por todos los rincones: esta es una oportunidad de plantear directamente a la juventud la necesidad de incorporar ejercicios de «introspección» a sus vidas, porque hoy en día, afirmó, «la gente piensa muy poco y actúa muchísimo» y «si el ser humano no hace introspección» y «reflexión personal», acaba quedando sujeto a lo meramente material.

Afirma que sobrevivió gracias a una combinación de ejercicio físico, salud mental y tratar de aprovechar el tiempo, es decir, aceptar la realidad «que le había tocado y reafirmarse en su fe». Siempre su fe católica fue 'fundamental' porque sabía que su vida no estaba en manos de sus secuestradores sino en las de Dios.
Asimismo, confesó que «tuvo la suerte» de contar con nueve meses para pensar «en lo que de verdad importa», y entendió que «mi tesoro es mi gente y no mi trabajo ni mi cuenta corriente». Confesó que al principio su optimismo se esfumó y creyó que iba a morir en el zulo, pero pronto comprendió que, aunque estuviera encerrado, su voluntad era libre y ésta, aseguró, "es un músculo muy potente que se fortalece con la renuncia y la fe».

Bosco aseguró que, «si fuera un entrenador de la vida, recomendaría pensar, al menos durante 30 minutos, en la felicidad y lo que tiene cada uno". En su opinión, «la riqueza de un pueblo está en la capacidad de reflexionar. Es necesario dedicar unos minutos cada día a la reflexión; el hombre de hoy es poco reflexivo, no piensa y hace las cosas de forma atropellada».

1 comentario:

Anónimo dijo...

No pude estar en esa conferencia pero ya le había escuchado en otra ocasión. Ha sido una gran iniciativa montar este congreso!
Coincidí con usted al final con Kyle y un amigo mío. Trabajo en medios de comunicación y creo que es importante tener siempre presente "lo que de verdad importa". Me alegro que desde su campo, la enseñanza, siga insitiendo en eso y apoyando iniciativas como estas.
Un saludo
Elena León