07 enero 2008

«Antes me sentía un triunfador y eso no es nada positivo»

José María Entrecanales es uno de los 40 hombres más ricos del mundo. Dicen que su fortuna es la segunda mayor de España. Su apellido es sinónimo de poder y liderazgo económico. Pero él ha dejado de identificarse con esas cualidades. El accidente que lo dejó inválido le ha descubierto una realidad desconocida: la de los enfermos de ictus. La ha retratado en un documental y habla de ella en esta conmovedora entrevista.

Goza de la amistad del Rey y es uno de los hombres mejor relacionados de nuestro país. Ingeniero de caminos, se ha bebido la vida a chorros. Es hoy un triunfador al que ya nada le importan el poder y el éxito. En mayo de 2004 dio el relevo a su hijo José Manuel, sin imaginar que pocos meses después un fatal accidente terminaría sentándolo en una silla de ruedas.

¿Cómo ocurrió el accidente? - Soy aficionado a los coches de caballos y, llevando uno, noté de repente que los caballos se desbocaban y caí, con la mala consecuencia de que, al estar bajo tratamiento de Sintrom, un anticoagulante, me produjo el derrame en la cabeza.

¿Ha cambiado su orden de valores? - Claramente, sí. Es ahora cuando se despiertan los sentimientos. El dolor me dificulta mucho el moverme en la silla, cosa que antes me resultaba más fácil; pero soy optimista. Tirar la toalla no conduce a nada. Esta vida puede tener las mismas satisfacciones que la anterior y no veo por qué hay que abandonar las pequeñas satisfacciones que te quedan para pasar a la nada.

¿Qué ha perdido importancia? - Muchas cosas que antes me parecía que tenían mucha, como la de ser un hombre activo y brillante, porque se suponía que era brillante. Las brillanteces pasan a ser parte de la historia, ya no tienen ninguna trascendencia.

Al relativizar las cosas, ¿a qué le da ahora prioridad? - Al cariño de mis hijos. Pero, sobre todo, he pretendido transmitir optimismo, no sólo a los enfermos sino también a las familias y los amigos. El problema de la sociedad no es que sea insensible, es que no se da cuenta de la cantidad de sufrimiento que hay. Esta enfermedad sólo es una faceta, también está la pobreza, que unida a este tipo de problemas los convierte en tragedia.

¿Hay que tener tiempo para ser más humano? - Hay que tener tiempo o una experiencia como ésta.

¿El dinero tiene vocación? - Sí, dinero llama a dinero, pero también tiene vocación de servicio público. El empresario tiene que buscar siempre como primer objetivo la rentabilidad porque, si no, se convierte en una ong; que no es que estén mal, pero que si buscasen beneficios las ong serían más eficaces de lo que son ahora. Realmente sin dinero, si las administraciones no dan ayudas, la situación para los enfermos y sus familias es muy dura y no se puede suplir más que a base de cariño.

¿Llega más fácil el cariño a las personas que tienen más dinero? - No, yo creo que les llega más fácil a los que no lo tienen porque la gente es sensible y se da cuenta de lo importante que es que les falte.

¿Se considera ahora un hombre más feliz? - No, sería demasiado reconocer eso [se ríe]. Como la felicidad es un sentimiento interior que no necesita signos externos, la lleva uno dentro cuando aprecia y valora más que antes las relaciones con sus amigos y su familia. La soledad es un compañero de viaje con el que hay que convivir y en esta enfermedad más, pero yo no me he encontrado ahora más solo. Me he podido encontrar más aislado, pero solo, no. Quizá ahora tengo más vida interior. Eso lo he aprendido ahora y no le recomiendo a nadie que lo pruebe para saber que nadie es imprescindible para nada. La vida pasada no tiene valor; por eso, en vez de suicidarse, hay que vivirla, porque siempre viene alguien que te vivifica; como por ejemplo, ahora usted, haciendo esta entrevista.

¿Se ha vuelto ahora más cariñoso y dulce usted también? [Sonríe] Sí. La libertad no es lo mismo que la independencia. El sentido de la libertad lo lleva uno dentro. Antes yo me sentía un triunfador y eso no es nada positivo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sentirse triunfador no es malo. El triunfo es conseguir los objetivos marcados, sea hacer una fortuna, tener una familia, dedicar lo que a uno le gusta o ayudar a los demás. Lo malo es perseguir el reconocimiento, porque el triunfo es una cuestión personal e intrasferible, que nada tiene que ver con lo que opine de ello el resto de la humanidad.