08 enero 2008

La Universidad da vida intelectual, no títulos

Thomas Sowell es doctor en Economía, escritor y especialista del Instituto Hoover. Copio aquí su autorizada opinión (Ver “Las universidades no necesitan más alumnos. Los estudiantes que no se toman en serio su educación pueden tener un efecto negativo sobre la de aquellos que sí desean sacar provecho de sus estudios” Libertad digital, 03/01/2008).

“Stanford, Yale, y Princeton están considerando si deberían aumentar el número de estudiantes que admiten. Mientras tanto, Richard Vedder, profesor de la Universidad de Ohio y director del Center for College Affordability and Productivity de Washington, afirma que hay ya demasiada gente yendo a la universidad. Mi propia experiencia en el mundo académico me lleva a estar de acuerdo con el profesor Vedder”.

“Querer ir a la universidad no es lo mismo que querer tener una educación. Hay otras razones, como el hecho de que se trata de un escenario social con grandes concentraciones de personas de la misma edad y el sexo contrario. También es un lugar en el que la inmadurez no es una desventaja, como sucede en otros ámbitos, desde el hogar al lugar de trabajo.

“Por supuesto, hay muchos estudiantes y profesores que están en el mundo académico con el serio propósito de adquirir conocimientos y profundizar en el entendimiento de uno mismo y del mundo. La mayor parte de mi propia carrera académica transcurrió en lugares como Cornell o la UCLA, donde había profesores de renombre en sus respectivos campos y donde el cuerpo estudiantil estaba bastante por encima de la media nacional.

“Sin embargo, aún así había bastantes estudiantes, especialmente en la UCLA, cuyo interés en la vida intelectual era, por decirlo amablemente, limitadillo. Y lo que es más importante, los estudiantes que no se toman en serio su educación pueden tener un efecto negativo sobre la de aquellos que sí desean sacar provecho de sus estudios. Puede ver cómo esto sucedía en cada una de las cinco universidades en las que di clase, así como en las tres en las que estudié.

“El tamaño tanto de las clases como de los campus universitarios también puede tener su impacto. Hay demasiada gente que no piensa en las consecuencias de admitir un número mayor de estudiantes, incluyendo a algunos que podrían no estar tan capacitados como los demás.

“Cuando daba un curso de introducción a la economía para estudiantes avanzados en Cornell –un seminario con 15 estudiantes, en comparación con los doscientos que podría haber en una clase normal– el director de mi departamento me instó a aumentar el aforo a 30 alumnos, "para que hubiera más estudiantes que disfrutaran de las ventajas de la clase reducida". Creo que nunca se le pasó por la cabeza que ampliar el número de alumnos pudiera llegar a eliminar las ventajas del pequeño seminario.

“Tanto en el Douglass College como en la Universidad de Howard, donde impartí un año entero de introducción a la economía, las clases del segundo semestre fueron una delicia porque los estudiantes menos aplicados abandonaron tras su experiencia con mis estándares de calificación en el primer semestre. No era sólo que los alumnos que se quedaron fueran mejores que los que se fueron, sino que eran mejores de lo que ellos mismos habían sido en una atmósfera distinta en la que se hacía notar la influencia de los estudiantes menos dedicados.

“En el Amherst College, una de las clases que impartí como profesor invitado se convirtió en un curso obligatorio para los estudiantes de último año, en contra de mis deseos, y bastaron un par de alumnos con mala actitud para desalentar a otros que eran unos estudiantes excepcionales.

“Un seminario que impartí en la UCLA resultó ser una gran experiencia el primer año que lo impartí, en gran medida por un alumno extraordinario que elevaba el nivel del debate para los demás. Pero cuando volví a impartirlo el año siguiente sin ese estudiante, los resultados fueron tan pobres que no volví a hacerlo de nuevo.

“Al final de una clase les dije a los miembros del seminario: "Tengo una decisión que tomar y ustedes, caballeros, me han ayudado a tomarla". Y dicho esto, me cogí una excedencia de dos años para dirigir un proyecto de investigación en Washington.

2 comentarios:

Javier Jurado dijo...

En España estamos a años luz de otras buenas universidades públicas europeas o americanas. Que ninguna de las nuestras esté en entre las 100 mejores del mundo es lamentable.
Por desgracia sigo "haciendo que estudio" Periodismo, intelectualmente no creo que salga más preparado para mi trabajo gracias a la Universidad ni aunque estudiara 10 carreras. Lo dicho, lamentable.

Anónimo dijo...

Hombre, a mí no me gusta ser tan catastrofista. Es cierto que la Universidad española falla, pero no por falta de medios (que también) sino, sobre todo por un error de planteamiento. Efectivamente, como reza el título del post, la Universidad está para dar conocimiento, no para fabricar trabajadores. Y lo que tenemos ahora es un extraño híbrido entre la Universidad propiamente dicha (el centro académico donde se agolpan y descubren conocimientos universales) y un centro de formación profesional. Al final, el que mucho abarca poco aprieta y lo que nos queda es un lugar, parecido a un Instituto, pero en el que los alumnos y los docentes tienen más autonomía donde ni se forman científicos, ni se enseña a trabajar.
Por otra parte, el discurso dominante de esta sociedad del bienestar que nos hemos montado, resulta que el que no pasa por la Universidad no es nadie (a mí me gustaría que se hiciera un estudio serio que comparara las oportunidades de quien opta a un puesto no cualificado y las que tiene un recién licenciado con poca/nula experiencia, o experiencia laboral que no tiene que ver con su rama profesional). Y que un licenciado en Administración y Dirección de empresas, llamado a estar en puestos intermedios y directivos, resulta que acaban haciendo trabajo administrativo...exactamente igual que nuestros padres, que no pudieron estudiar por falta de medios económicos, pero con un título universitario (o dos, o tres) e incluso con un máster millonario.
Digamos que en nuestra cultura mediterránea nunca hemos sabido premiar el mérito y la capacidad.
He dicho que no me gusta ser pesimista y voy a por la parte positiva de todo esto. Incluso con la Universidad que tenemos, así, toda híbrida, pasar por la Facultad todavía tiene sus efectos. Si hablas con gente de otras especialidades académicas´y prestas atención a cómo se expresan, qué tipo de datos les llaman la atención, de qué hablan, te darás cuenta que el paso por la Universidad les ha proporcionado unos esquemas mentales para entender el mundo como Químicos, como Licenciados en Derecho, como Médicos, como Historiadores o como expertos en Comunicación (yo pertenezco al último grupo y creo que se me nota).
En el caso concreto de los periodistas, efectivamente, en tres mil y pico horas lectivas que tienes durante la carrera no te pueden enseñar las múltiples y distintas casuísticas que se te pueden dar en la redacción de un medio (y multiplica por 4, más agencias, más gabinetes de comunicación...y todas las funciones que se pueden desempeñar). Pero sí te enseñan a ver el mundo como un periodista, a fijarte en los datos: en qué tipo de datos aportan qué personas/instituciones y cómo los cuentan. Te enseñan que la televisión no muestra la realidad, sino una representación que sigue los códigos de las máquinas que se utilizan y el lenguaje audiovisual de nuestra cultura. Aporta conocimientos de otras áreas, al menos, para entender que no todos los acontecimientos siguen los mismos protocolos...Para saber con qué diputado tienes que hablar para que te cuente determinada historia o que el Consejo de MInistros se reúne el viernes, lo aprendes trabajando.