23 marzo 2008

Elegir el colegio

Dejar a la gente en paz, de una santa vez. Respetar su derecho a formar a los hijos, como quieran. En el idioma que elijan, en la religión que prefieran, en el sitio que les dé la real gana. Ni imponer el catalán o el gallego, ni imponer el laicismo, ni obligar a la Educación para la Ciudadanía, ni mil idioteces más inútiles.

Ya podría el gobierno dedicar más esfuerzo a ayudar, en vez de a entorpecer. Menos imponer los políticos su opinión, harto discutible, obligando a los padres, y más respaldar sus iniciativas libres y proyectos.

Con toda razón los padres se desentienden de la educación de sus hijos. Si el Gobierno sostiene que él solo se encarga de decidir qué valores debe inculcarle, qué debe aprender hasta los 16 años… Entonces que se encargue también el estado de aguantar a estos indómitos ineducados, y que carguen los profesores con las joyitas de críos que me está gestando. ¿No me han prohibido incluso por ley hasta darle un bofetón?
Si dejamos a los alumnos optar por la libre elección de centro educativo, daremos con la calve del progreso. Quitar el desinterés y el todo gratis. Borrar el facilismo y el todo-da-igual. Eliminar las barreras e imposiciones oficiales. Así podremos ver claro qué centros lo hacen bien, y qué centros no los quiere nadie.
Cada cual, que elija libremente donde desea que estudien sus hijos:
- nacional, o extranjero;
- mixto, o diferenciado;
- bilingüe, o castellano;
- con Bachillerato Internacional, o sólo el español;
- confesional, o sin religión;
- al lado de casa, o en el campo;
- horario intensivo, o mañana y tarde;
- con actividades extraescolares, o con sólo docencia;
- interno, o volviendo a comer a tu casa...
¿Quién es ese estado nodriza, para decidir el modelo educativo de los hijos? La doctrina socialista aboga por la igualdad, borrando las diferencias. Todos los ciudadanos, con idéntica formación. Eso evitaría, según ellos, los problemas.
Pero eso es imposible, y además es falso. Parte de un principio erróneo. No existen en todo el mundo ni siquiera dos personas iguales. Cada uno es cada uno. Cada cual necesita un trato diferente. Lo que a uno le ayuda, a otro le retrasa.
Las personas no somos productos en serie. Formar no es instruir. Educar no es imponer. Desarrollar no es encorsetar. La producción en serie, no vale para los hombres. Ni siquiera para los animales. Quien ha participado en la doma de caballos, o en el adiestramiento de perros, sabe que cada uno es un caso distinto. ¡No te digo ya con los alumnos!
No se puede inculcar un único modelo. Pretender que a todos hay que darles lo mismo, es ignorar cosas tan evidentes como éstas:
- algunos son de letras, y otros de Ciencias;
- hay gente muy hábil en idiomas y expresión, y otros en el cálculo abstracto;
- existen personas muy dotadas para el deporte, y otros para la literatura o la música;
- unos prefieren formación profesional de módulos, y no estudios científicos universitarios;
- hay quien elige carrera corta y práctica, de estilo técnico, y otros la superior…
La libre elección favorece la eficiencia. Facilita el desarrollo de las capacidades de cada uno. Permite dar de sí lo mejor que cada uno tiene. Qué absurdo hubiera sido someter a Rafael Nadal a algo distinto del tenis. O qué eficacia logran las escuelas especializadas en enseñar algún idioma, o en desplegar una capacidad específica, intelectual o deportiva.
Mientras no nos convenzamos de que la libertad es la clave del progreso, seguiremos dando cabezazos contra el muro, siguiendo con ese demostrado fracaso de la sociedad cuadriculada comunista o sociata, soviética, cubana, maoísta, coreana… de la cual todos quieren huir, y con toda la razón.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Y ahora cuéntame: ¿cómo podrá mantener el Estado o las Comunidades Autónomas centros sin alumnos? ¿O es que propones la privatización de la enseñanza?
Que habrá padres que lleven a sus hijos donde sea y como sea para que estudien lo mejor, lo más útil y lo más cómodamente para ellos. Pero también los hay, pobrecitos, que no pueden llevar a sus niños a la chimpámpana y que ni siquiera les preocupa lo que estudien ni cómo lo estudien, siempre y cuando a ellos no les afecte.
Y para quitar la actitud de pasotismo de los niños de hoy, no basta con que cambie el sistema educativo (tú mismo lo dices cuando hablas de tu familia), hace falta que en casa aprendan cuáles son sus reponsabilidades y qué normas hay que respetar. Es básico (también lo dice el Catedrático de Instituto Julán Martín Martínez).
Yo generalizaría: basta ya de armas arrojadizas partidistas (que es a lo que tú te refieres, sólo que siempre cargas contra los mismos...y no te das cuenta de que los otros son iguales, pero de otro color), de politicuchas, del "y tú más" y vamos a hacer Política en serio, POLÍTICA, así en mayúsculas.

Pedro García-Alonso dijo...

Te cuento, amigo. Creo que confundes los medios con los fines. El fin no es llenar los centros públicos. El fin no es el modelo educativo estatal. El fin no es sustituir a los padres. Tampoco lo es destruir la enseñanza privada.

El fin es que LOS PADRES eduquen a SUS HIJOS, usando un medio, que es la enseñanza. Los padres, van antes que los políticos. La familia es previa al estado. El gobierno no es dueño de nada. Simplemente ayuda al que no puede valerse sólo.

Si no partimos de eso, entonces nos vamos al modelo socialista: manipulación, ideologización, intervencionismo, partidismo, masificación, inmiscuirse el gobierno en la vida privada, limitación de las libertades por un pretendido orden… Vamos, en lo que hoy estás viendo, y con los “maravillosos” resultados que todos sufrimos.

Si el Estado o las Comunidades Autónomas tienen centros sin alumnos, a los que nadie quiere ir, se cierran. Así de simple. Los pobrecitos padres que no pueden llevar a sus niños a la chimpámpana, cheque escolar, libertad de elección, capacidad de proponer centros privados, o públicos, o concertados, o ikastolas, o como ellos quieran, y viva la libertad, que es mucho menos peligrosa que el mangoneo de los políticos.

Y para quitar la actitud de pasotismo de los estudiantes, existen sobrados remedios:

1. exigencia en las calificaciones: puntuación y premios por centros y zonas
2. temarios serios, no de plastilina ni inutilidades bobas para cortos
3. autoridad respaldada y fortalecida del profesor, con sanciones
4. no pasar de curso a todo el mundo, alegremente, gratis total
5. separar por niveles a los alumnos, nada de socialismo “tós igual”
6. castigos, sí, has leído bien: CASTIGOS. Fuera con blandenguerías bobas
7. responsabilizar a los padres, y sancionarles incluso, si incumplen con sus deberes
8. clasificación de los centros, con exámenes globales y controles generales

Yo he sobrevivido a cuatro planes de estudio, dos como alumno, y dos como docente. Todos, todos, todos han ido a peor. Y si lo dudas, es que estás sordo, y no oyes las quejas continuas de los padres.

La base de la educación son los valores. ¿Qué hay de valoración del esfuerzo, qué hay de disciplina, qué hay de sentido de responsabilidad, qué hay de afán por cumplir con el deber, si saben que da lo mismo, si conocen de sobra que no les puede pasar nada, si cuentan con que da igual hagan lo que hagan?

Anónimo dijo...

Obviamente no has entendido bien mi post, porque quieres rebatirme con la misma idea que expongo al final. Lo que digo sobre los centros públicos no es más que una realidad: una Administración del tipo que sea no se puede permitir el mantenimiento de un centro de enseñanza para 2 gatos y medio. Y eso lo sabes tú mejor que yo. Y hay gente que no puede permitirse llevar a sus hijos a los colegios del Opus, o a los de los Maristas o a los de los Salesianos o las Siervas de Cristo. Tal y como hablas, no parece que pases mucho tiempo en barrios, digamos, poco favorecidos (no es una ofensa, es sólo una deducción lógica de tus palabraS). No me pronuncio sobre si es bueno o malo, sólo describo una realidad y pregunto- ya que criticas, y razón no te falta- qué propondrías tú para resolver el problema.
Y por cierto, sobre tus remedios, yo pondría tu nº8 en el primer lugar, con letras mayúsculas (lo que pasa es que entramos ya en la espiral: si hay que sancionar a los padres, ¿quién los sanciona?, ¿quién los vigila?, ¿quiénes tienen que dictar su código de conducta?¿El Estado nodriza?, te contradices). Todo lo demás, me sobra un poco, porque si cuando un alumno estudia porque asume que es su responsabilidad, aunque se le quiten los mecanismos de control, el alumno estudiará. Mis remedios serían básicamente 2:
1.- Concienciar a los padres de que los hijos no son "fieras" a las que los profesores tienen que "amaestrar", sino que dependiendo de lo que vean en casa, actuarán fuera.
2.- Controlar que los profesores, más que acumuladores de contenidos, sean auténticos pedagogos (si a un alumno responsable consigues despertarle la curiosidad, no sólo estudiará lo que le echen, sino que buscará por sí mismo nueva información).
Y bueno, de oído ando bastante bien y las últimas quejas que he oído no son de padres (al menos no es una cuestión generalizada), sino de profesores...que se quejan con mucho fundamento, por supuesto.
Sinceramente, no me gusta creer que los problemas tengan una causa única. En esta generación de niños y adolescentes hay un enorme caldo de cultivo del que no sólo (ojo, NO SÓLO, he dicho) es responsable el presente (¿por cuál vamos ya?) plan de estudios: hay padres que no se ocupan de sus hijos, hay entretenimientos mil para distraer a los niños de sus tareas y responsabilidades, hay- cómo no- un plan de estudios que más que plan de estudios es "qué hacer con los niños mientras los padres trabajan como mulos", hay medios de comunicación que reproducen estereotipos de fama y dinero fácil (léase generación Tómbola, Gran Hermano, Salsa Rosa...ya no está de moda ser médico o abogado prestigioso sino hacerse conocido, por dudosa que sea la fama, y ganar dinero a raudales)...en fin, que se me ocurren mil y una razón para que las cosas no funcionen y para que el Informe PISA nos ponga a la cola de la Educación europea.
Y, por cierto, soy "amiga".

Pedro García-Alonso dijo...

No sé cuántos años habrás trabajado tú, amiga mía, en la enseñanza pública. Yo, llevo bastantes. Sé y sufro viendo derrochar el presupuesto, aguantando inútiles desembolsos para gastos faraónicos, absoluto desperdicio de instrumentos, total descuido del material, plena despreocupación por la total ineficacia, continua irresponsabilidad manifiesta…

Por ponerte un ejemplo (entre un millón): hace unos siete años, se gastó una enormidad en un plan de imagen de marca para la Universidad Complutense, desde el rectorado. Nuevos símbolos, nueva normativa. Todos los logos, emblemas y escudos fueron cambiados, con sus colores, tamaños, normas, etc. El gasto fue inabarcable. ¿Dónde ha ido todo eso? Acertaste: a la papelera. Nadie lo ha usado.

¿Que no es posible la libertad en la opción de centros educativos? Con el cheque escolar, valga por caso, cualquiera puede llevar sus hijos al colegio que prefiera. En el Euskadi, el País Vasco, es harto mayor el número de alumnos estudiando en centros privados, que en los públicos. Por cierto, repasa las cifras de lectura de periódicos por habitante en España. ¿Cuáles son los dos primeros territorios? Bizkaia y Gipuzkoa. Para pensar.

Y sobre mi ausencia de estancia en barrios marginados, no sé qué lógica empleas para deducirla, pero no es ni la matemática, ni la silogística. Ni soy un pijo, ni un niño de papá, ni me ha dado nadie nunca la sopa boba. Por eso estoy hasta el gorro de ver cómo se derrochan los bienes públicos, en base a no-sé-qué “brillante idea” del reparto y del igualitarismo, falsos como Judas.

Aquí no puedo darte datos, pero si tienes rato para tomarte un café conmigo en Tetuán (Madrid), te puedo contar casos vividos y presentes que te rizarían los pelos más que las rastas.

¿Qué quién vigila y sanciona a los padres de alumnos cafres? ¡Eso es evidente! La justicia ordinaria, y la inspección educativa. Para hacerlo no necesito del estado nodriza, chica. Eso es el sentido común. Y no me contradigo diciéndolo.

Un cordial saludo, y siempre a tu entero servicio,
PEDRO