06 octubre 2008

Curso nuevo, vida nueva

Comienza el curso. Vuelta a clase: ¿bajón? De eso, nada: ¡ánimo, adelante! Comenzamos un nuevo año académico. - Si es nuevo, significa que ya ha habido otro antes. ¿Qué tal te fue? ¿Te salió perfecto, inmejorable? ¿Hiciste todo al máximo? ¿Obtuvimos las mejores calificaciones? ¿Logramos el máximo rendimiento, progresos, amigos, destrezas, planes y avances? Pensemos. Recapacitemos un poco. – Yo, sinceramente, he de reconocer que pude hacer más.

Importante: el que vence no es el que nunca cae, sino el que siempre se levanta. Donde más aprendemos, es de nuestros errores. Disponemos ahora mismo, al comienzo, del mejor momento para fijar por escrito qué metas y proyectos queremos alcanzar este año. Luego, más adelante, pasados los meses, podremos ya ir viendo si lo vamos consiguiendo o no. De todas formas, raro será que lo logremos, si que ni siquiera nos lo propongamos.

Las victorias las ganan aquellos que luchan. Los mejores, son los que se esfuerzan. Las personas más buenas, no son precisamente los superdotados. Son más bien aquéllos que saben rendir bien sus talentos, dando el máximo de sí mismos, venciéndose y superándose, logrando ser así eternamente jóvenes. Eso sí que es juventud auténtica, y no esos otros complejos aniñados de Peter-Pan, infantil y medio memo, malcriado y caprichoso, juguetón e irresponsable, con que trata de engañarnos esta sociedad reblandecida del confort.

Aquí, señores, en la Universidad, estamos para formarnos. Y eso es para todos: investigadores, profesores y alumnos. El estudio es el arma fundamental. Esto va lo primero: para aprender, para mejorar, para entrenar tu conducta, para desarrollar todas tus facultades, psíquicas y mentales, no hay como el trabajo intelectual. Es algo indiscutible.

Pero, ¡ojo! Para lograr la excelencia, no sólo vale con reducirse a las clases teóricas. Para instruirte en una Ciencia, eso es lo básico, pero no lo principal, ni menos aún lo único. Sacarte un curso, puedes hacerlo también -incluso mejor- desde tu casa, o encerrado en un islote, o recluyéndote en programas intensivos de una academia especializada. En la universidad hay algo más: antes que estudiantes, hemos de ser personas:

- aprender a ser buenos amigos,
- saber ser unos auténticos profesionales de prestigio,
- lograr comportarnos como ciudadanos ejemplares,
- ser un deportista, no sólo en los músculos, sino en la mentalidad luchadora,
- formarte con nivel superior como un universitario,
- integrarte en asociaciones y grupos como miembro responsable,
- actuar coherentemente ante los problemas sociales de tu entorno,
- dar respuesta a los problemas fundamentales de la convivencia y de la existencia…

Éstas son algunas metas importantes, mucho más transcendentales para tu vida, que los simples aprobados.

¿Qué cómo se consigue esto? Chico, como dice un amigo mío, aprendiendo la “Vidología”: la Ciencia de la vida, la auténtica sabiduría. Puede asimilarse a trompazo limpio, jugando a ensayo y error, espabilando a base de fracasos, con planes inútiles de pandillas descerebradas, a base de arrepentimientos tardíos, rehaciendo la vida… Es un sistema empleable, tristemente muy frecuente.

Yo te recomiendo que busques mejor el bien, en dónde realmente está: en los valores, en los ejemplos, en las vidas. No es difícil reconocer en compañeros, profesionales, mentores, expertos, estudiosos (e incluso hasta en profesores) a personas convencidas de lo que creen y practican. La coherencia tal vez sea hoy el valor más ausente. Si descubres un ser de esos que encarnan su saber en su vida -un elfo (como les llamo yo)-, pégate a ellos, hazte su amigo, empápate, gánatelos, hasta que su vida logre por contagio elevar la tuya.

Sinceramente, te deseo lo mejor este año. Propóntelo, gánatelo, consíguelo. Y mejor, si estás bien acompañado. Tú vales, en el fondo, lo que valgan tus amigos.

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