12 marzo 2010

Inmadurez e infantilismo. Fracaso educativo

Hay una perla hoy en El Confidencial que te recomiendo encarecidamente:

“La generación de los jóvenes españoles de hoy es la más mimada de la Historia de España. Son muchos los que aspiran a vivir de los padres hasta que puedan vivir de sus propios hijos. Los mismos que han crecido en un ambiente de bienestar, han aprendido que la mejor cultura es la del mínimo esfuerzo, y sólo se mueven por lo rápido e inmediato”.

“La madurez adolescente llegará cuando se les obligue a coger un pico y una pala a los 16 años. Hay una minoría que son unos fieras: viajan, hablan idiomas, hacen deporte, trabajan y estudian. Pero abundan los niños blandos, unos jóvenes sobreprotegidos. Tienen que aprender a trabajar duro para tomar iniciativas, y cuanto antes, mejor”. (Alejandro Navas, sociólogo).

“Tener eternos adolescentes treinteañeros es culpa de la educación que han recibido. Mientras que los padres no les animen a buscarse la vida fuera para que maduren, no conseguiremos nada. Si tienen la suerte de encontrar un trabajo, lo abandonan en cuanto tienen derecho a prestación por desempleo”. ¿Solución? “Castigarles cuando lo necesiten y enseñarles que para conseguir algo tienen que esforzarse”. (Mara Cuadrado, psicóloga)

Quizá hoy todo esto suena a fascista, arcaico, represivo, impositivo, anticuado, antipedagógico, antidemocrático, retrógrado y fundamentalista. Menos conocimiento y más valores. Los jóvenes occidentales y orientales se independizan a los 18 años, cuando ingresan en la Universidad. Los españoles, a los 36. “El éxito del futuro de un adolescente actual dependerá de la educación que le demos, no sólo basada en conocimiento, sino en valores”, advierte Cuadrado.

Para comprobar el derrumbe actual de nuestra civilización caduca, basta con mirar lo que hacen y valoran nuestros jóvenes: viendo a qué dedican sus esfuerzos, en qué emplean su tiempo, dónde se les va el dinero y en qué actividades gastan sus energías. No digamos ya nada sobre cuándo asumen las obligaciones sociales de crear un hogar, fundar una familia, engendrar unos hijos, tomar la responsabilidad sobre ejercer una tarea pública…

¿Cuánto tenemos hoy de madurez, de entereza, de reciedumbre, de responsabilidad, de competencia, de productividad, de eficacia…? ¿Y cuánto nos sobra de desorden, de infantilismo, de flojera, de incapacidad, de blandenguería? Los valores sólo se alcanzan mediante hábitos de trabajo, imponiéndose una disciplina, ganando en exigencia y esforzándose. Es el único modo para saber valorar el esfuerzo que cuesta ganarse el sueldo, y no despilfarrar el dinero.

Sucede igual que en el deporte. No basta con tener grandes dotes (ahí está Pellegrini, con la mejor plantilla, y sin comerse un rosco). Es necesario entrenarse, disciplinarse, ejercitarse. Para formarse, hay que exigirse. Para superarse, es necesario esforzarse. Para mejorar, es imprescindible entregarse. Sin lucha, no se consigue nada. Esta ‘cultura’ del gratis total y del facilismo socialistoide igualitarista, con subvenciones y despilfarros, sólo ha logrado hundir la enseñanza y ahuyentar fuera de España a los mejores.

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