16 abril 2010

La elegancia del erizo

“Qué gracia me hacen los amigos de mi madre, tan nostálgicos de su Mayo del 68, con sus recuerdos alegres de porros y pipas chechenias. En mi colegio (público, eso sí, al fin y al cabo mi padre ha sido ministro de la república) se puede comprar de todo: ácido, éxtasis, coca, speed, etc. Cuando pienso en los tiempos en que los adolescentes esnifaban pegamento en el cuarto de baño… No era nada comparado con lo de ahora.

“Mis compañeros de clase se colocan con pastillas de éxtasis como si fueran caramelos, y lo peor es que donde hay droga, hay sexo. No os extrañéis tanto: hoy en día los jóvenes tienen relaciones sexuales muy pronto. Hay niños de sexto (bueno, no muchos, pero sí algunos) que ya se han acostado. Es muy desalentador.

“Primero, porque yo creo que el sexo, como el amor, es algo sagrado. No me apellido de Broglie, pero si yo viviera más allá de la pubertad, sería para mí muy importante hacer del sexo un sacramento maravilloso.

“Segundo, porque un adolescente que juega a dárselas de adulto no deja de ser un adolescente. Imaginar que colocarse los fines de semana y andar acostándose con unos y con otros va a hacer de ti un adulto es como creer que un disfraz hace de ti un indio.

“Y tercero, no deja de ser una concepción de la vida un poco extraña querer hacerse adulto imitando los aspectos más catastróficos de la edad adulta… A mí, haber visto a mi madre chutarse antidepresivos y somníferos me ha vacunado de por vida contra ese tipo de sustancias.

“Al final, los adolescentes creen hacerse adultos imitando como monos a los adultos que no han pasado de ser niños y que huyen ante la vida. Es patético. Aunque bueno, si yo fuera Cannelle Martin, la tía buena de mi clase, me pregunto qué haría todo el día aparte de drogarme. Ya tiene el destino escrito en la frente. Dentro de quince años, después de haberse casado con un tío rico sólo por casarse con un rico, su marido le pondrá los cuernos porque buscará en otras mujeres lo que su perfecta, fría y fútil esposa habrá sido del todo incapaz de darle, digamos algo de calor humano y sexual.

“Ésta dirigirá pues toda su energía hacia sus casas y sus hijos, de los cuales, por venganza inconsciente, hará clones de sí misma. Maquillará y vestirá a sus hijas como cortesanas de lujo, las echará en brazos del primer financiero que pase y encargará a sus hijos la misión de conquistar el mundo, como su padre, y de engañar a sus esposas con chicas que no valen nada.

“¿Pensáis que estoy divagando? Cuando miro a Cannelle Martin, su largo pelo rubio y vaporoso, sus grandes ojos azules, sus minifaldas escocesas, sus camisetas súper ceñidas y su ombligo perfecto, os aseguro que lo veo tan claro como si ya hubiera ocurrido. Por ahora a todos los chicos de la clase se les cae la baba por ella, y Cannelle tiene la ilusión de que esos homenajes de la pubertad masculina al ideal de consumo femenino que ella representa son un reconocimiento de su encanto personal. ¿Os parece que soy mala? En absoluto, de verdad sufro al ver esto, sufro por ella, sí, por ella". (Muriel Barbery: “La elegancia del erizo”, pág. 213 y ss.)

1 comentario:

Falete dijo...

Cruel y precoz realidad.