09 diciembre 2010

Estudiar

Un alumno escribe a sus padres:

“¡Qué delicioso es volver a ser estudiante! Los hombres nunca deberían dejar de estudiar, de volver a esas fuentes en que bebieron en su juventud. Porque en los libros existe mucha sabiduría y no hay fin para los conocimientos que pueden adquirirse.

Todo hastía, excepto el saber. Todo se vuelve rancio y fatigoso, si es cosa del cuerpo. Pero lo que es de la mente y del espíritu, nunca cesa de satisfacer, nunca deja saciado y exhausto. Es como si uno poseyera la eterna juventud, porque uno anda siempre descubriendo y siempre es exaltado por un nuevo tesoro que le es revelado en cada página.

Todos los senderos son prístinos, como si jamás hubieran sido pisados por ningún pie. Cada portal se abre a una nueva panorámica, jamás vista hasta entonces por ningún hombre. Las palabras de Sócrates o Platón significan algo único para cada discípulo, porque aporta a ellas una única mente y un alma nueva.

Así deben ser las islas de los bienaventurados, jamás exploradas por completo, sin horizonte, barridas por los vientos de la eternidad”.

(Marco Tulio Cicerón: Carta a sus padres. Siglos II y I antes de Cristo)

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