10 agosto 2011

Viaje a África de Carmen Guerrero

[Lo cuenta la protagonista] He estado tres semanas y medias en Tsunza, un pueblecito de mil habitantes situado cerca de Mombasa. Para llegar allí es necesario coger un matatu (un taxi furgoneta de decoración hortera), una moto en la que caben tres personas o dos y tres maletas y una patera con un motor, al que le quedan dos telediarios y en el que a veces hay que achicar agua para que no hundirnos en el mar que debíamos cruzar para llegar al pueblo.

Tsunza tiene unos mil habitantes, pero nosotros vivíamos dentro de un clan. Las casas eran de barro y caca de vaca y nosotros teníamos el privilegio de dormir en literas con mosquiteras. En mi cuarto entraban pavos, gatos, gallos y gallinas, de hecho mi maleta parecía el váter oficial de estos animalillos.

Por las pareces había arañas, una de las cuales me paralizó la respiración (a partir de ese momento creo que superé mi fobia las arañas) y en mi zapatilla encontré un gusano venenoso, aunque los curiosos eran unos "mil pies" enormes que también paseaban a sus anchas por mi habitación. He estado tres semanas sin luz artificial así que por las noches ir a las letrinas era toda una aventura: íbamos en grupo con linternas para ver cuántas cucarachas encontrábamos junto al agujero sin cadena... ¡muy divertido, ahora que lo pienso!

Agua había, pero se cortó durante una semana así que usábamos agua de reserva que había en barreños, por lo tanto no me quedó más remedio que superar mi obsesión por ducharme tres veces al día y llamar a Elvira para pedirle que al llegar a España me tuviera una esponja preparada para quitarme la mugre acumulada en mi cuello.

He estado también de safari un día, ¡¡¡fue fantástico!!! Elefantes paseando a diez metros de mi habitación, cebras corriendo, avestruces haciendo bailando para cortejar a la hembra (no voy a queda rock ningún chico, a no ser que se tome tanto empeño como el avestruz), leones que acababan de matar una jirafa (eso ya no era fantástico, pero si asombroso).

También vimos playas del Océano Índico: agua turquesa y no muy fría y arena suave y blanca en unas playas llenas de beach boys, es decir, chicos que buscaban mujeres muzungos (blancas) que les invitasen a cosas a cambio de su compañía. Si había más que palabras… prefiero no saberlo.

Pero bueno, eso son nimiedades. Lo importante es la experiencia. En tsunza hay muchos, muchos niños, todos rapados para no coger piojos, con ropa mugrienta y con cuerpecitos delgados, pero muy felices y llenos de vitalidad. Alguno tenía la barriga un poquito inflada, pero lo que es hambre no pasan... comen. El problema es que sólo comen harina de muy diversas formas: majambre (harina con agua y frita en aceite de palma), ugali (harina con agua evaporada) y unas tortas de harina y aceite.

Nosotros, en cambio, comíamos esos tres alimentos más mangos, naranjas, leche, galletas, pasta, patatas y arroz, siempre mezclado con tomate y cebolla (hasta llegar a aborrecerlos) así que una vez más, éramos unos privilegiados.

Lo que más me sorprendió de estos niños es su responsabilidad: trabajan, limpian, cargan con sus hermanos a la espalda todo el día… y los que van a la escuela y son mayorcitos, estudian por la tarde en la biblioteca construida el año pasado hasta las diez u once, cuando allí que ahora es invierno, a las siete el cielo está plagado de estrellas, o como se decía en el Rey León, de luciérnagas que se quedaron atrapadas en el cielo.

Había dos chicas que estaban marginadas, una nació con una mano atrofiada y la otra con una enfermedad en la piel, eso en esta zona se considera una maldición por algo malo que hizo la familia... así que imaginaros. A la chica de la mano atrofiada le empezó a enseñar una voluntaria a escribir, no imagináis cuánto empeño e ilusión.

También he conocido a muchos niños con SIDA o sin padres por culpa de esta enfermedad. Rukilla "bonita" era una de mis favoritos. No tiene padres, ella tiene el virus y su hermana pequeña ha desarrollado la enfermedad. Es lista como el hambre y un día se entusiasmó al ver una manzana, que se zampó antes de decirle si podía o no. Una compi y yo nos dedicábamos a darle comida a escondidas ya que nos habían dicho que no debíamos hacer eso, porque aumentábamos la imagen del muzungu rico al que le sobran las cosas y no fomentábamos el esfuerzo, pero lo siento, haría mal, pero yo quería que Ruquilla supiera que es un empacho, porque me fui de allí con la duda de que será de ella en unos meses o en un año...

Pero mi gran niña es Maisha, una peque de cinco meses con los ojos como platos, que me pellizca y me babea y que me emocionó el día que me desprendí de ella para dársela a su hermana y lloró. Es muy guapa y su padre es un borracho loco así que debo volver a Tsunza para ver cómo crece y quererla mucho.

En cuanto a la sociedad, valora mucho las grandes familias (allí todos son primos y hermanos o medio hermano que se sientan juntos y comparten tareas). Los hombres se dedican a conseguir comida y las mujeres pasan horas y horas en la cocina Los platos se lavan en dos barreñitos y se dejan a la intemperie, por donde de nuevo pasan los patos, gatos y gallos que picotean en el agua y dejan su rastro por los platos. Los hombres son tremendamente flacos, las mujeres sin embargo, están bien formadas. Hablan swahili e inglés un poco. Ellas llevan unos pañuelos largos llamados kangas y asimilan el dolor con resignación.

Conocimos a un niño que al ver a muzungos lloraba porque le dábamos miedo, el pobrecillo llevaba un mes con el pie en carne viva por una quemadura. María, una voluntaria, tuvo que curarle y separarle los dedos para que no se quedasen pegados por el fin de sus días. En definitiva un dolor tremendo, desde entonces, al vernos corría despavorido como alma que lleva el diablo. De hecho, alguna vez tuve que esconderme para evitarle la carrera... su madre en las curas, miraba tranquilamente y le regañaba por sus quejidos. Eso llega a suceder en España y estaríamos en reposo durante dos semanas, en urgencias desde el primer día y con nuestras madres a base de tila (la mía acompañada de lexatin). Ese día supuso un antes y un después en esta experiencia.

Los hombres se sorprendían de ver a mujeres muzungos trabajando y se reían cuando nos contemplaban con la pala haciendo un huerto o preparando el terreno para unos cimientos. Son hombres que viven al día, que si llegan a ser fontaneros habrán triunfado en la vida y que son felices porque para ellos no hay capacidad de opción o equivocación: lo que hay es ese día y no hay trabajos, relaciones, oportunidades o caminos... comer carne ya es un acontecimiento y ver la vida pasar un regalo.

En fin, creo que con esto os podéis hacer una ligera idea de lo hecho, aunque por más que os diga, es imposible ver estas cosas sin haberlas vivido, Por eso, si tenéis la oportunidad y os veis capacitados de aguantas las condiciones personales y con la situación (hubo compañeras que no llevaron muy bien el aspecto higiénico y sacaron su lado más negativo), os recomiendo que hagáis algo así, porque veis otro mundo, valoráis lo que tenéis, os enamoráis de los niños y conocéis vuestro límite.

Yo pensaba que en mi no había cambiado nada hasta que me metí en el bus camino de Granada, y desde entonces os digo que incluso mi vida sentimental la veo con distintos ojos. Mentiría si os dijera que no voy a comprar más ropa, a no usar el móvil o a no gastar dinero en Coca-Cola light, pero ahora tumbarme en la cama me supone otra cosa.

Rezo por Priscila, una chica de 20 años que desea conocer el mundo con su hijo de 4 años después de acabar sus estudios, pienso en Ruquilla, en Monaisha y en Maisha, me lo plantearé dos veces antes de decir que me duele algo y no volveré a decir que en casa de mi abuela no hay variedad en las comidas.

Pues esto es todo, ya si hay algo más, os contaré en persona o mejor, compráis el periódico el día que salga mi artículo en La Gaceta y lo leéis, un beso a todos y gracias por acordaros de mí, y si no lo hicisteis os escribo para que lo hagáis ahora, que yo sí me he acordado de vosotros.

Por cierto, hakuna matata de verdad tiene un significado: no problema; y simba significa león.

PD: PARA TODOS AQUELLOS QUE DESCONFÍAN DE MI EQUILIBRIO Y DE MI SALUD, DIRÉ QUE HE AGUANTADO COMO UNA CAMPEONA, QUE NO ME HE CAÍDO Y QUE AQUELLO DE QUE LO QUE NO MATA ENGORDA, ES UNA VERDAD COMO UN TEMPLO.

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