21 noviembre 2015

Calidad del Profesorado

La cultura de un pueblo, el nivel de su educación e idiosincrasia, sus valores y hasta su personalidad colectiva... la asumen y la encarnan sus estudiantes y sus docentes.

¿Formamos a nuestros docentes de un modo adecuado? ¿Reciben nuestros alumnos una educación aceptable? Existe un «divorcio» claro, entre la teoría pedagógica y la práctica educativa.

El peor mal de España, desde siempre, ha sido su mal de cultura. Cada año que pasa, continúa agravándose el problema. Parece que nunca escarmentamos.

Los mismos daños endémicos que aquejan a nuestra enseñanza, lejos de solucionarse, empeoran año tras año: Informe PISA, fracaso escolar, absentismo y conflictos…  

Nuestros políticos (prepárate, que llegan ahora las elecciones) introducen incontables “cambios” en el plan educativo: todos han resultado desastrosos hasta ahora. Fracasan continuamente con sus “avances”.  

Se echa en falta fijar un pacto acordado, firme y sostenido, un plan continuado, una ley general de educación, que no se venga abajo con cada nuevo gobierno o ministro.


Necesitamos más docentes vocacionales y entregados. No podemos minusvalorar la docencia práctica, frente a la investigación teórica. Debemos recuperar la valiosa dignidad del maestro.

Urge establecer un respaldo social, un reconocimiento y un apoyo fuerte al docente, que le permita profesionalizarse, animarse en su función y entregarse a su tarea. 

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